Dicen que la cultura se transmite a través de la educación...
Yo crecí viendo películas de Pedro Infante, Capulina y Tintán; escuchando canciones de José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero, Lucha Villa y otros grandes talentos mexicanos de aquella época, y más allá de eso; crecí en una familia tradicional mexicana en donde "la casa de los abuelos" era siempre el punto de encuentro para celebrar cualquier pretexto y simplemente aprender lo que significaba ser mexicano. En mi casa nunca faltó el arroz, los frijoles, las tortillas y una rica agua de sabor. Cada año giraba en torno a las celebraciones comunes en nuestra cultura: cumpleaños, navidades, posadas, día de reyes, bodas, aniversarios, quinceaños (sí, así junto...) y todos los ritos y costumbres que cada una de ellas conllevaba.Cuando crecemos, no nos damos cuenta de todo lo que vamos asimilando del lugar que nos rodea pero así, sin querer, nos vamos convirtiendo en esos modelos que nos reflejan los adultos, nos nutrimos de las conversaciones que escuchamos, de los hábitos que observamos, de las palabras que se nos dicen y vamos conformando nuestra identidad cultural en torno a eso.
Esto sin contar los innumerables "aprendizajes" que además la escuela ayuda a reforzar: los honores a la bandera, la conmemoración de los personajes que forjaron la historia de nuestro pueblo, el significado de los símbolos patrios y todo aquello que además se integra como "materia de estudio": cuentos, leyendas, rimas, batallas y guerras, mapas y capitales, geografía de nuestro país, el himno del estado y cuántas cosas más que uno ni siquiera es consciente y va aprendiendo como "forma de ser". Ni qué decir de los problemas de matemáticas que comenzaban con: "Pedrito tiene 7 canicas, Juan le pide 2 y María le regala 5..." que tenían el único afán de hacernos pensar en cálculos matemáticos pero que en el fondo nos mostraban el reflejo de una realidad quizá poco equitativa y desigual.
A la lista puedo agregar el arte, el cine, la música y las artesanías. Todo, todo lo que nos circunda es una manifestación de nuestra cultura seamos conscientes de ello o no. ¿Cuándo nos damos cuenta de esto? Cuando no lo tenemos, cuando conocemos algo distinto, cuando confrontamos todo aquello que somos ante una realidad que se manifiesta diferente, diversa, no menos ni más pero distinta.
Para mí este punto de quiebre llegó en Argentina, cuando aún sin saber todo lo que vendría me descubrí distinta ante una sociedad que pensaba diferente, hablaba diferente, se comportaba diferente, celebraba diferente y se expresaba de cosas en las que yo creía...diferente. No sé si a todos les pase igual, pero cuando por primera vez tienes este acercamiento intercultural, surgen cuestionamientos, valoraciones y dudas de lo que uno es, de lo que uno cree, de la forma en la que se mueve en el mundo. Yo pasé por la etapa de maravillarme de todo lo que veía, tocaba, sentía y escuchaba. Amo el acento argentino y recuerdo haber estado en la universidad disfrutando de la cadencia de las palabras de mis maestros sin siquiera prestar atención a aquello de lo que estaban hablando. "Pero es que hablan tan lindo, usan palabras tan poéticas", pensaba. Pero luego llegó la etapa en la que me confrontaba ser distinta, usar palabras como agujeta, coche, carretera, chamarra que para mí eran tan comunes, era motivo suficiente para que me cuestionaran de dónde era y me "reconocieran" extraña. Bueno, en ese momento lo interpretaba como algo negativo porque por yo quería sentirme parte y que se dieran cuenta que no lo era, solo me recordaba que en ocasiones yo ahí no encajaba... y luego vino la comparativa: "es que en México no se hace/dice/piensa/ así", "nosotros lo hacemos de otra manera", "en mi país se acostumbra..." y uno no para de hablar de eso con la gente que encuentra. Pero después, uno encuentra el valor de la diversidad. En mi caso, fue hasta entonces que dejé de mirarme "distinta" y pude mostrarme más yo, sin querer encajar, sin querer ser igual y solo así pude integrar aquellos rezagos de cultura argentina que hoy guardo en mi corazón y que al día de hoy también me conforman.
Hoy quisiera estar en mi tierra, pero me doy cuenta que mi tierra está siempre conmigo; en cada rincón de mi casa, en mis hijos, en nuestra historia, en la llamada a mi madre para que me diga cómo preparo los nopales que tanto le gustan a mi marido; en mis expresiones, en la gente que hoy piensa en nosotros y en la intención que le pongo para que como familia juntos, sentados a la mesa, como en "casa de los abuelos" digamos salud con agua de jamaica y mezcal y gritemos juntos Viva México mientras jugamos lotería.
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