Ir al contenido principal

Leonora, la ladrona de libros.

Paseo sabatino en Coyoacán
Ya de vuelta en tierras argentinas, tras algunas semanas de silencio, quiero contarles de una maravillosa experiencia que junto a mi hermana pude vivir por primera vez en suelo coyoacanense. 

Todo empezó hace algunos meses cuando escuché (o leí) en algún lugar, que no recuerdo, sobre un movimiento mundial en el que gente loca que no sabe qué hacer con los libros que ya ha leído y se ha hartado de tenerlos en algún estante, decide regalarlos. Sí claro, todos hemos escuchado que los libros no se prestan... y creo que precisamente por eso es que esta gente no los presta sino que los regala. WTF! ¿con lo caro que salen y el tiempo que inviertes en leerlos? La respuesta probablemente está en lo épico del asunto que, para románticos como yo, parece una idea fabulosa. Un proyecto al que estoy segura que muchos de ustedes se lanzarán después de leer esto. Y probablemente muchos otros, como mi esposo, pensarán que son demasiado celosos o egoístas o apegados a sus libros como para dejarlos ir así nada más. 

Más que regalar un libro (porque eso hacemos todas las tías pedagogas), se trata de ayudar al mundo de una forma diferente. ¿Cómo? Compartiendo maravillosas experiencias de lectura con un completo  desconocido. Esto funciona así: Tengo muchos  libros repartidos en todos los rincones de mi casa; algunos de ellos los he leído, otros apenas están empezados y otros seguramente ni recuerdo que los tengo. Cuando tengo cinco minutos de lucidez/locura; elijo algún libro del estante y haciendo un gran acto de desapego, decido liberarlo para que alguien más pueda encontrarse con él y leerlo. Así que le escribo algo en la portada, pongo la fecha y busco un lugar que me motive a dejar mi libro "olvidado". Puede ser cualquier lugar, o bien, un lugar especial que me represente algo significativo. Acudo a ese lugar y en un acto discreto y bien-intencionado, dejo mi libro al alcance de los que pasan por ahí. Puedo quedarme un rato merodeando el lugar para ver quién es el afortunado de encontrarlo; o bien, puedo ponerle más misterio al asunto y simplemente irme de ahí sin saber nunca más qué le pasó al libro que liberé. Así de fácil he logrado darle al mundo un pedacito de mi y unas cuantas horas de placer lector al suertudo que encontró mi libro. Con suerte, algún día sabré de él...
 ¡¿No suena emocionante? !

Para mi, esta idea sonó tan loca, nueva y fascinante que no tardé en contarle a mi hermana (qué últimamente no hace más que comprar libros ja ja); quien por supuesto se entusiasmó como yo esperaba y decidió que iba a convertirse también en liberadora de libros. Pero... yo recuerdo que ya existía un movimiento que se dedicaba a esto; así que para no ser dos entes aislados en el mundo regalando libros, me di a la tarea de buscar en el ciberespacio aquél portal que hiciera referencia a esta locura. Y ahí estaba BookCrossing y su versión mexicana Libros Libres. Comencé a leer los testimonios de gente que pertenece a este movimiento y todo me parecía irreal.  Resulta que es muy sencillo registrarse y formar parte de esta comunidad virtual. Dentro del portal, puedes registrar todos los libros que tienes y tener tu propia biblioteca en línea de donde puedes ir eligiendo tus libros para liberar. No tardé en registrarme y ya me sentía importante; ¡como salvando al mundo! ¿De qué? de la ignorancia seguramente... 

Una vez en México, elegí un sábado que compartiría con mi hermana y la animé a que buscara entre sus libros uno muy especial que quisiera dejar en libertad. Y ahí nos encontramos liberando libros de ¡¡más de 500 páginas!! De verdad que fuimos generosas, ahora que lo pienso... En fin, logramos imprimir unas lindas etiquetas que pegamos en la portada de nuestros libros en donde se leía claramente: "NO ESTOY PERDIDO, SOY UN LIBRO LIBRE. LÉEME" No puedo imaginar la sorpresa en la cara de la persona que, caminando por el parque, se encontrara con nuestro libro y leyera ese mensaje.  En fin, pasamos una tarde hermosa de paseo en Coyoacán que finalizó con la emocionante liberación de Leonora (mi libro) y La Ladrona de Libros (el de mi hermana) y un delicioso café de Los Jarochos. Yo tuve mucha suerte de presenciar el momento justo en que una pareja que paseaba a su perro, encontró a Leonora y muy discretamente se lo llevó; probablemente pensando que estaba en un programa de cámara escondida... aunque la que estaba escondida con la cámara era yo! Mi hermana no tuvo tanta suerte, a pesar de que esperamos casi media hora para que alguien se lo llevara; así que decidió regalarlo al universo y aceptar como un misterio el paradero de su hermoso libro.
He aquí nuestros libros antes de ser etiquetados y liberados 

Ahora que estoy de vuelta en Córdoba, he contactado a gente igual de loca que yo que esta semana se ha dado a la tarea de liberar libros y yo estoy por hacer lo mismo. Pero en esta ocasión, como no pude decidirme sobre qué libro liberar, salí a dar una vuelta al famoso Paseo de las Artes y encontré una impresión de El Principito que está a punto de ser libre... (ya luego les contaré). 

No sé si esta sea una práctica que me dure toda la vida, lo que sí les puedo asegurar es que la experiencia de dejar ir algo que te marcó de cierta forma o que lleva alguna huella tuya, es una experiencia única que he disfrutado mucho de hacer. 

Algo que me olvidé de decirles es que pueden rastrear el viaje de sus libros liberados, ya que al registrarlos en BookCrossing, reciben un código que la persona que los encuentra debe ingresar junto con una nota y así podrán seguir la pista de cada uno de sus libros. ¿Más maravillo aún, no creen? 

"El hallazgo afortunado de un buen libro, 
puede cambiar el destino de un alma
Marcel Prévost

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hay un tiempo para todo...

En el amanecer soleado y caluroso de este verano anticipado en Córdoba, recibo el día de mi cumpleaños con muchas cosas en la cabeza pero sólo una en el corazón: SATISFACCIÓN  Y es que a veces se nos olvida mirarnos en el espejo y reconocer los logros que hemos tenido, lo mucho que hemos crecido y los aprendizajes que hemos obtenido de cada experiencia vivida y de cada persona que se ha cruzado en nuestro camino.  Ayer, mientras me volvía loca armando cajas para la mudanza de vuelta a México, pensaba ...¿cuántas veces más tendré que poner mi vida en cajas y llevarlas conmigo? ¿valdrá la pena cargar con tantas cosas? ¿será que lo que menos me debe de preocupar es el packing list   y la logística de la mudanza; y mejor me dedico a disfrutar de estos últimos días de sol antes de aterrizar en el invierno? Y así... recordé un capítulo de la Biblia que me quedó marcado en el alma de aquellos años en que dedicaba mi tiempo a cuestiones más espirituales y menos individualistas: 

Trueque viajero

Nada más maravilloso que un aeropuerto si hablamos de intercambios...  cuando pasamos más de dos horas esperando en condición de "pasajeros en tránsito" somos capaces de percatarnos de un millón de trueques que suceden en este lugar. Desde miradas que se cruzan, pases de abordar que se entregan, pasaportes que entran y salen de la bolsa, divisas de lugares inimaginables, sonrisas, bostezos, palabras e historias... Sentada desde este punto veo una sala de espera interminable por la que transitan toda clase de personajes. El señor de la limpieza pasa con su escoba buscando objetos perdidos y procurando que esta afluencia de gente deje el aeropuerto temporalmente "habitable". Una mujer se me acerca y, tras cruzar un par de palabras y asegurarse que compartimos el mismo destino, decide que soy lo suficientemente confiable como para ir al baño y dejar al lado mío la pc, las compras del duty free y hasta su ¡bolso de mano!  Pasajeros esperan, escuchan su llamado, em

Añorando a mi México Querido

 Dicen que la cultura se transmite a través de la educación... Yo crecí viendo películas de Pedro Infante, Capulina y Tintán; escuchando canciones de José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero, Lucha Villa y otros grandes talentos mexicanos de aquella época, y más allá de eso; crecí en una familia tradicional mexicana en donde "la casa de los abuelos" era siempre el punto de encuentro para celebrar cualquier pretexto y simplemente aprender lo que significaba ser mexicano. En mi casa nunca faltó el arroz, los frijoles, las tortillas y una rica agua de sabor. Cada año giraba en torno a las celebraciones comunes en nuestra cultura: cumpleaños, navidades, posadas, día de reyes, bodas, aniversarios, quinceaños (sí, así junto...) y todos los ritos y costumbres que cada una de ellas conllevaba.  Cuando crecemos, no nos damos cuenta de todo lo que vamos asimilando del lugar que nos rodea pero así, sin querer, nos vamos convirtiendo en esos modelos que nos reflejan los adultos, nos nutri