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- ¿Qué voy a hacer mañana? ¿Qué tengo que hacer mañana? ¿A qué horas llegará Renato? ¿A qué voy a amanecer? ...
-No conozco a nadie, no hablo el idioma...
Leonora se vuelve a preguntar qué hace en México...Desde que llegó a México se siente pequeña e ignorada y eso la disgusta.
- Renato, me estoy despreciando a mi misma y esto es inaceptable, quiero sentirme enorme, poderosa, bella.
-Debe haber en México una embajada de Inglaterra... "
Leonora, Elena Poniatowska
Mudarse a otro país en las condiciones en que Leonora (Carrington) y yo lo hicimos contiene un matiz muy distinto de aquél que llega a un lugar ajeno por trabajo, por estudios o simplemente por conocer. Dejar atrás una vida en la que se era poco o mucho exitoso y admirable y de pronto ser "nadie" en las calles, conlleva un tránsito doloroso por convertirse en "el extranjero"; o en este caso "la extranjera", "la mexicana", "la que no es de aquí", "la que tiene otro acento", "la que viene de fuera", "la que tiene ahora un millón de etiquetas" (probablemente impuestas por mí misma).
Puede sonar un poco trágico y en la descripción de Elena Poniatowska: triste, depresivo y traumático. Sin embargo, el desarraigo no es un tema menor que atravesamos aquellos que hemos decidido pasar por este trance. Hay quienes lo toman con filosofía y buscan ver el lado positivo de las circunstancias. Hay para quienes es liberador salir de su propio país, o dejar atrás una familia absorbente. Hay otros para quienes representa toda una aventura de vida en la que se sienten triunfantes y conquistadores. En mi caso, y creo que en el de algunos otros, no es tan fácil atravesar por este idilio. Y es que todo, cuando uno lo imagina, suele resultar completamente distinto de la realidad.
Resultan innumerables la cantidad de tonterías a las que uno se tiene que acostumbrar y enfrentar cuando se vuelve extranjero. Hay que buscar una tintorería en donde a uno le dejen la ropa como está acostumbrado, hay que pasearse por la farmacia para familiarizarse con los nombres y compuestos de los medicamentos que suele tomar, hay que buscar un médico familiar a quien se le pueda llamar cuando le duele todo o nada; es necesario confiar en el portero del edificio pues es el único que la saluda a diario y al menos sabe qué hace todo el día. ¿Qué decir de los lugares para comprar ropa y zapatos? ¿dónde hay una buena librería? ¿cómo se llama? ¿en qué lugar preparan buen café? ¿hacia qué dirección caminar cuando se quiere ir al parque? ¿cuáles son las reglas de tránsito? y lo más difícil para mí: ¡¿en manos de quien confío mi corte de pelo?! y así puedo seguir con la lista... ni qué decir de la comida, de los dulces, de los horarios... en fin... son incontables y en ocasiones intolerables las cosas que vamos re-aprendiendo en este transitar por el extranjerismo...
Pero cuando a uno le vuelve la calma y ha respondido ya el interrogatorio de todos los taxistas y vendedores de la ciudad, y ha dejado de utilizar el mapa para saber a donde ir, y hasta ha aprendido algunas palabras que lo hagan pasar "desapercibido" entre los lugareños; uno respira, abre los ojos y decide comenzar ¡una nueva vida!
Uno es siempre es el mismo pero no es igual en un lugar distinto... vamos aprendiendo, cambiando, caminando, acumulando preguntas y respuestas en el corazón y al pasar del tiempo se nos reconoce diferente, otro, nuevo, mejorado, ¡uno mismo! Poco a poco se nos van quitando los miedos y nos vamos haciendo grandes de nuevo, vuelve a aflorar la belleza y nos volvemos a sentir parte de algo.
Siempre queda la nostalgia de lo nuestro, de volver a casa y sentirse seguro. Y lo mejor de todo y en el mejor de los casos, la experiencia de ser extranjero nos hace fortalecer los lazos con la propia identidad y llevar el nombre de nuestro país a flor de piel con la debida responsabilidad que implica poner el nombre de México en alto en cada paso, en cada palabra, en cada post!
¡Más mexicana que nunca!
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